Un filósofo entrenado como facilitador en VLCm un programa de Leading Lerning Communities de Freddy Kofman, me manda esto:
Estimada Viviana,
Noto una dificultad para la inserción de la actividad coaching en las empresas y, en aquellas en que "recala", me parece que lo que se trabaja con los distintos grupos termina siendo más un pasatiempo, una suerte de paréntesis que se le pone a la diaria actividad laboral, que un hecho basal y sustentable como herramienta genuina -y cotidiana- para mejoramiento y crecimiento de la performance individual y grupal en las empresas. Y esto, en parte, surge de la ignorancia dentro de las mismas organizaciones acerca de lo qué es el coaching."Che, qué es el coaching, para qué sirve?" me han preguntado y preguntan empleados, jefes, gerentes, etc. Y creo que esta falta de entendimiento de la cultura de esta disciplina, este no posicionamiento en la mente empresarial acerca de lo que el coaching es, se debe, a mi entender, a que el coaching carece de su propia cultura.
El coaching no tiene fuente, al menos no está claramente explicitada; carece de una filosofía que lo respalde o nutra (más allá de erráticas y no siempre bien documentadas referencias a Heidegger).
La Ontología del Lenguaje tiene peso propio, y si bien fundamenta al coaching, éste hace un uso abusivo de tal fundamento, ya que se mete en la filosofía, la religión, la psicología, la espiritualidad, el deporte, etc, etc, y, curiosamente, pretende reducir todo ese universo a la significación lingüística que tu creencia sostiene:
"si vos crees, Dios existe, si no, no". Así, para un coach avezado, todo se reduce a tu propia creencia expresada en el lenguaje: el mundo tan vasto, glorioso y terrible, queda reducido a tu propio mundo a lo que vos creés y expresás. Por lo tanto, hay tantos mundos como creencias, tantos mundos como millones y millones de seres.
Para decirlo de otro modo: no tiene en cuenta la dialéctica del proceso: es cierto, de un lado hay un mundo proyectado (el propio, el interno, nuestras creencias) pero también hay un contexto, un afuera por así decirlo, que es lo que enriquece la dinámica de la vida y este otro lado de la ecuación es subsumido, también -de acuerdo al pensamiento del coach- a la propia creencia.
Creo, que, a la larga, tales fundamentaciones ontológicas extremas, terminan haciendo poco creíble y confiable al coach que la sostiene.
Para resumir: el resultado es que termina siendo una mera técnica sin respaldo teórico o metafísico; se pierde en la efímera prontitud de la intuición y no cabalga los llanos verde-claros, bellos y humedecidos de sol que puede extenderle a sus pies una filosofía confiable.
Continuaré en el Episodio II. Acá, me ocuparé más del tema ínsito del pensamiento -más bien ideología- de las empresas.
Gracias por prestarme atención, pero también, tomalo con pinzas: lo que digo es sólo producto de mi parcial, finito e intransferible mundo interpretativo; de mis creencias, bah.
Ezequiel Lescano